Uno de los grandes principios de la psicología es que ninguna de nuestras conductas ocurre por casualidad. Esto significa que todo lo que hacemos tiene unas causas más o menos identificables y unas consecuencias. Como el comportamiento humano se caracteriza por ser flexible y por basarse en el aprendizaje de las experiencias pasadas aquello que hace que persigamos distintos objetivos a lo largo de nuestra trayectoria vital debe basarse en el aprendizaje.
Las emociones forman parte de una respuesta a uno o varios estímulos que nos permite descartar ciertos objetivos y escoger otros. La respuesta emocional se caracteriza por tener un componente subjetivo.
Sabemos que las reacciones emocionales están relacionadas con el sistema límbico, que como vimos, forma parte de la corteza cerebral, aunque en realidad se extiende por muchas otras zonas del encéfalo. Lamentablemente, a pesar de la importancia de las emociones, seguimos sin saber exactamente como se originan y de que manera conducen al establecimiento de necesidades que tienen que ser atendidas. Por ejemplo, aunque parezca evidente que cuando lloramos lo hacemos porque estamos tristes, a falta de pruebas que indiquen lo contrario también podríamos decir que estamos tristes porque lloramos.
Las emociones se experimentan en primera persona, pero aunque no puedan compartirse, también forman parte de la comunicación. Clasificar las emociones puede resultar algo complicado, ya que por su propia naturaleza éstas son subjetivas y difíciles de acotar y diferenciar. Para saber si una emoción es universal o no, los investigadores se fijan en si están asociadas a una expresión facial determinada.
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